Tuesday, June 5, 2012

La retratista de muertos - [Mil Años de Sueños]

Siempre lleva ropas de luto con ella.
De ese modo, puede empezar un retrato en cuanto se lo solicitan. 
Y así ha ocurrido hoy. 
Después de ponerse el vestido de luto en la cabaña del muelle, sube a bordo del ferry que va río abajo. Tiene las manos ocupadas: en una lleva el maletín con sus herramientas de pintar y en la otra la bolsa para su vestido de luto. 
Ha oído que un hombre rico se está muriendo en una ciudad a veinte kilómetros río abajo.




La retratista de muertos






Se llama Rosa.
-Es una carrera contra el tiempo -dice con una lúgubre sonrisa. -Tengo que empezar lo antes posible, antes de que la cara cambie. 

-¿Cómo cambia? -pregunta Kaim. 
-Es difícil de explicar. 
Hay una tensión cada vez más profunda en la sonrisa de Rosa. 

-Pero lo reconozco cuando lo veo, cuando la persona pasa de "este lado" al "otro lado". Cuando se marchan, no puedo pintarlos, al menos no de la forma en que le gustaría a la familia. Es simplemente imposible. 

Rosa es retratista de muertos profesional. 

La costumbre de conservar máscaras mortuorias se practica mucho en esta zona. Las familias demasiado pobres para pagar a un artista untan la cara del recién fallecido con tinte y aplican un trapo contra ella para conservar la expresión del ser querido en su lecho de muerte. Algunas familias hacen máscaras mortuorias con yeso. Solo las familias más ricas pueden contratar a una profesional como Rosa. Merodeando por el fondo de la muerte de una persona se pueden presenciar muchas disputas. 

He oído discutir por la herencia a mis espaldas incluso mientras estaba sentada haciendo bocetos del muerto. Una viuda mostró un retrato mío de su marido a un tribunal para demostrar que lo habían envenenado. En otra ocasión, los usureros esperaron a que el hombre muriera e irrumpieron en su casa. Un marido intentó escupir a la cara de su mujer en cuanto ésta pasó a mejor vida. Al parecer, ella le había sido infiel durante años. 

Rosa cuenta sus historias con total indiferencia. No muestra emoción alguna. 

Dice que eso es indispensable para ser un retratista de muertos destacado. 

-Tienes que abrir tu cuaderno de bocetos y poner los pinceles a funcionar con los miembros de la afligida familia delante, dominados por la pena. 
No hay forma de hacer un buen retrato si te pones sentimental o dejas que te inunden las emociones de la otra gente de la casa. 
Kaim asiente en silencio.
Su única conexión con la mujer es haber subido al mismo barco y haberse sentado en la misma mesa de café en la cubierta. Solo han pasado unos minutos desde que ella empezó a ofrecerle sus historias, pero eso es todo lo que Kaim necesita para percibir el atisbo de nihilismo que acecha en sus bellos rasgos.


-Los artistas respetables desprecian a los pintores como yo. -¿Y eso qué? -Bueno, la mitad de ellos nos acusa de ganarnos la vida con la muerte de la gente. La otra mitad nos desprecia porque lo que hacemos no nos afecta. Lo comprendo. Quiero decir, las emociones elevan todas las artes, ya sea pintura, escultura música o literatura. Nosotros no tenemos emociones así: tan solo somos artesanos. Rosa habla sin un atisbo de orgullo o burla. Su tono sugiere que tan solo presenta lo obvio de una manera obvia. Kaim toma un sorbo de su whisky de centeno y Rosa bebe de su té de pétalos de rosa. El barco sigue su camino río abajo sin prisas. Es primavera. El río va crecido por la nieve derretida y unos pájaros de agua blancos se han posado sobre la superficie. -Qué raro -dice Rosa con una risita-, cuando te vi por primera vez, pensé que tú y yo compartíamos la misma profesión. Por eso me decidí a hablarte... Kaim sonríe de forma forzada. No tiene ni idea de pintura y está seguro de que no hay nada en su aspecto que haga que le confundan con un artista. Aunque bien podría ser que Rosa haya reconocido un nihilismo como el suyo en el perfil de este hombre solitario que bebe whisky en la tarde. O que de nuevo, haya percibido la sombra del "otro lado" pegada con fuerza a la espalda de Kaim. Hasta hace unos días. Kaim estaba en un campo de batalla. Allí fue testigo de la matanza de muchos enemigos y aliados. Pero nada le afectó. La juventud hacía mucho que había desaparecido en él. Aunque en apariencia no ha cambiado, Kaim ha vivido varios siglos. Rosa dice que tiene alrededor de treinta y cinco años y que hace diez que se hizo retratista de muertos, lo que aparentemente la coloca cerca del principio de su carrera. -Si no te importa -añade-, me gustaría hablar contigo algunas cosas más.

Cuando Kaim asiente conforme en silencio, Rosa le da las gracias y le ofrece su primera sonrisa de corazón de aquel día.
Los retratistas de muertos nunca están presentes mientras el sujeto muere. El mismo hecho de que se llame a uno de estos profesionales significa que la muerte de la persona es inminente. Y su presencia se ve como un mal agüero o incluso como una profanación. Un miembro de la familia o un amigo que ha estado junto al lecho se atreve a mencionar el tema con tranquilidad en otra habitación. -¿No creéis que es hora de llamar a un retratista? La respuesta, ya sea "es demasiado pronto para eso" o "puede que tengas razón", se pronuncia en tono comedido. Presentando a la familia mediante la iglesia, el retratista nunca entra en la casa por la puerta delantera. En su lugar, lo hace por la parte de atrás y espera en una habitación en la que el sol no puede entrar. Allí, el pintor se pone la ropa de luto y espera que anuncien la muerte. Al final, a un golpe silencioso en la puerta le sigue una llamada para que aparezca, y el pintor vestido de luto comienza a trabajar. Por supuesto, no todas las muertes ocurren al final de largas vidas. Demasiado a menudo el pintor debe retratar la cara de alguien que ha muerto joven de enfermedad o en un accidente. La cara que surge del cuaderno de bocetos del artista irradia la delicada vivacidad de alguien que acaba de cruzar la frontera que separa la vida de la muerte, alguien que unos momentos antes pasaba de "este mundo" al "otro". El trabajo que se presenta a la familia es una pintura al óleo hecha a partir del boceto, pero Rosa cree que el boceto mismo es el auténtico retrato del muerto. -No hay nada como la atmósfera de una habitación en la que acaba de morir alguien. ¿Cómo explicarlo? Es como si el fluir del tiempo se parara, o que el propio tiempo desapareciera en el aire... El sonido del llanto y los sollozos podrían durar para siempre, el único movimiento del tiempo es el modo en el que la cara del muerto aparece poco a poco en la página en blanco del cuaderno de bocetos. Ella le pasa el grueso del cuaderno de bocetos. -Mira -dice enseñándole un sinfín de caras muertas.-Esto vale por dos años. Muchas de las caras están en paz, pero otras están cargadas de agonía, y todas sin excepción poseen

una presencia misteriosa. Son inequívocamente distintas de los rostros de personas dormidas. Sin embargo, ninguna parece realmente muerta. Parece como si fueran a abrir los ojos en cualquier momento o fueran a deshacerse en ceniza fácilmente. Tanto hombres como mujeres se ciernen al borde de la muerte.
-Si el cuerpo se enfría, es demasiado tarde. También es demasiado tarde si la familia ha comenzado los preparativos para el funeral. La partida se gana o se pierde en esos pocos minutos que siguen a la misma muerte. Solo queda empezar a hacer bocetos lo más rápido y eficazmente como sea posible. Con una dolorosa sonrisa, Rosa añade:- Sin embargo, a los ojos de la familia soy una mujer si corazón. Kaim pasa las páginas del cuaderno de bocetos sin decir nada. A él le gustaría decirle que es igual en el campo de batalla. Allí, nadie tiene tiempo de llorar la muerte de un soldado. Si te entretienes derramando lágrimas en lugar de hacer lo siguiente que tengas que hacer, acabas siendo uno de esos a los que obligan a viajar al otro mundo. El último boceto del cuaderno está sin terminar: es la cara de una niña pequeña. El contorno general del pelo y la cara están esbozados, nada más. Kaim mira de manera inquisitiva a Rosa. -Mi hija -dice en voz baja. -¿Pero por qué...? -Un retratista de muertos alcanza la madurez total en la profesión cuando es capaz de pintar a un miembro de su propia familia. Lo cual tiene sentido. Porque, ¿de qué sirve ser fríamente objetivo con la muerte de un extraño pero no con la muerte de un miembro de tu propia familia? Su hija murió hace dos años; los breves tres años de vida de la niña terminaron de repente con una terrible gripe que rondaba aquella época. -Agarré sus manos hasta casi el momento en el que murió -dice Rosa-. Yo lloraba, repetía su nombre y le rogaba que se quedara conmigo, que no muriera. Pero después de que el médico la mirara e hiciera un gesto de impotencia con la cabeza, Rosa soltó las manos de su hija y abrió el cuaderno de bocetos. Tras secarse las lágrimas, cogió un lápiz e intentó esbozar la cara de su hija.

-Pero no pude hacerlo. Las lágrimas seguían cayendo por mucho que me las secara. Sencillamente no podía trabajar. Kaim volvió de nuevo la vista al boceto inacabado. Algunas zonas del papel blanco estaban onduladas; quizás fuera donde las lágrimas de Rosa habían caído. -Creo que no tengo lo necesario para ser retratista de muertos -dice con una sonrisa mientras mira al río-. Pero aun así... Si tuviera que elegir una obra de arte como legado, sería esta. La sirena de vapor resuena. Asustados, los pájaros del río levantan el vuelo como una gran masa. Kaim cierra el cuaderno de bocetos y se lo devuelve a Rosa. Medita si alabar la calidad de sus dibujos, pero opta por callar. Cree que tal alabanza podría ser una señal de falta de respeto hacia su trabajo, hacia Rosa misma y hacia su hija muerta. -No pretendía darte una charla así -dice-. Lo siento. Se pone de pie y mira a Kaim una vez más. -Aunque en realidad, sí que pareces de mi gremio. Kaim sonríe de forma forzada y menea la cabeza. -Lo siento, no debería haber dicho esto -responde ella con otra sonrisa forzada-. Y probablemente no te va a gustar que diga esto tampoco, pero si alguna vez necesitas una retratista de muertos, piensa en mí. -No me hará falta -dice Kaim-. No tengo familia. -¿No tienes familia? Bueno, entonces cuando llegue tu momento... Con una risita, Rosa se pone en pie y se marcha. Su mano derecha sostiene el maletín con los útiles de pintura, la izquierda la bolsa con las ropas de luto. Por desgracia, Kaim nunca necesitará sus servicios. Aún no puede irse al "otro" mundo. ¿Con cuántas muertes deberá toparse en el largo transcurso de su vida? La sirena de vapor suena de nuevo.

Poco a poco el barco aminora la velocidad y se orienta hacia la orilla del río. Se acerca al embarcadero. Cuando abandona el barco, su viaje comienza de nuevo. Será un viaje largo. El siguiente campo de batalla está lejos, más allá de las montañas que se ven en la distancia.



Fin




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