Su marido era de un pequeño pueblo de las montañas, pero trabajaba en una próspera ciudad portuaria en el extranjero cuando la conoció y se enamoró de ella. Cuando le pidió que se casara con él, en su país de origen su padre cayó enfermo y murió. Al ser el hijo mayor de la familia, el joven no tuvo otra elección que volver a su tierra natal, llevándose él a su mujer, por supuesto.
Cartas de un debilucho
Se llamaba Myna. Este no era un nombre habitual entre las mujeres del país de su marido. En realidad, su nombre no era lo único diferente en ella.
El color de la piel, el pelo y los ojos, así como el idioma que hablaba eran del todo diferentes. Si el pueblo natal del joven hubiera sido una ciudad portuaria que presencia el ir y venir de gentes de diferentes tierras, no hubiera habido nada fuera de lo común en esto. En tales lugares hay muchos hogares que dan la bienvenida a la familia a hombres y mujeres extranjeros, generación tras generación.
-Pero esto es lo más profundo del país a lo que se puede llegar -le dijo el joven a Kaim, suspirando, la noche en que convirtió a Myna en su esposa.
Kaim se había apresurado en venir desde la ciudad portuaria del lejano país para asistir a la boda. En el banquete, el joven había mirado a Kaim y ambos se habían escabullido de las celebraciones. Estaban en el jardín, mirando el cielo nocturno.
-Cuando el hijo mayor se casa, sus deseos no importan. Lo que importa es "la familia".
Las dos familias negocian el compromiso, se elige una novia aceptable para los padres del novio. Así es como fue con mis padres, y mis abuelos hicieron lo mismo.
-Sé a qué te refieres -dice Kaim asintiendo.
A juzgar por la ceremonia formal de la boda, es fácil imaginar la naturaleza muy conservadora de la zona, e igual de fácil imaginar que los parientes no veían con buenos ojos el ingreso de Myna dentro de la familia.
-Alex-dijo Kaim al joven.
-¿Si? -respondió el joven, aún mirando al cielo.
-Sabes que eres el único que puedes proteger a Myna.
-Lo sé, Kaim.
-Myna es una chica maravillosa.
-También lo sé, por supuesto.
Los tres eran buenos amigos, Kaim y Alex habían trabajado juntos descargando barcos en el mismo muelle, y también a menudo habían ido juntos al vecindario en el que Myna trabajaba en un puesto callejero. Incluso ahora Kaim conserva recuerdos agridulces de Alex y Myna luchando por comunicarse en sus respectivos idiomas.
-¿Sabes, Kaim? -le dijo Alex esa noche bajo el cielo-, creo que tú también lo sentías, pero Myna se veía menos atraída por mí que por...
Kaim le interrumpe.-Olvídalo -le dijo con una sonrisa de pena.
Obviamente, Kaim sabía lo que Myna sentía. Y si hubiera correspondido sus sentimientos, Alex y ella hoy no estarían casados.
Pero Kaim se contuvo. En cambio, animó a Alex a perseguir su amor por Myna y ayudó a que los dos se conocieran. No se arrepentía de haber actuado como un Cupido insólito para ellos. Destinado a continuar con su viaje interminable, Kaim no era capaz de amar a Myna.
Uno de los tíos de Alex salió de la casa, borracho.
-Eh, Alex, ¿qué haces aquí fuera -gruñó-. El novio no puede ausentarse de la recepción.
-Claro, enseguida voy -dijo Alex, girándose hacia su tío.
Kaim le tocó el hombro.
-Haz feliz a Myna, Alex.
-No te preocupes -respondió con una sonrisa.
-Vamos -dijo el tío-. Date prisa. Se supone que el novio tiene que estar allí sentado todo el rato.
¡Toda la familia está aquí y vamos a beber durante toda la noche!
Agarró la mano de Alex, pero cuando miró a Kaim, su dudosa sonrisa de amabilidad no pudo disfrazar un reflejo de desconfianza hacia los forasteros en los ojos.
Kaim estaba seguro de haber notado ese mismo reflejo, aunque quizás no abiertamente, en los ojos que se posaban sobre Myna.
Ese era el tipo de pueblo al que Myna había ido como novia.
-Será mejor que la hagas feliz, Alex -dijo de nuevo Kaim hacia su amigo mientras se alejaba-.
¡Cuento contigo!
Pero el tío ya tenía el brazo alrededor de los hombros de Alex, y ruidosamente monopolizaba la atención de su sobrino. Alex nunca oyó esas palabras de Kaim.
Tres meses después Alex fue a visitar a Kaim al trabajo en el muelle.
-Estoy en la ciudad en viaje de negocios, así que pensé en parar a decir hola -le anunció Alex. Pero, a juzgar por la evidente fatiga de la cara de su amigo, Kaim se hace buena idea de la verdadera razón de su venida.
Con la mayor naturalidad posible, Kaim preguntó: -¿Cómo está Myna?
Alex respondió con una débil sonrisa: -Después de la boda... han pasado cosas.
A Myna no la habían aceptado ni como miembro de la familia ni como vecina del pueblo.
Había demasiadas diferencias: en las costumbres cotidianas, en la cultura.
Pero lo que hacía a Myna demasiado diferente en el pequeño pueblo era el color marrón de su piel.
-Si al menos pudiera hablar con la gente. Myna hace todo lo posible por aprender el idioma, pero mi madre y los otros familiares no intentan aprender el de ella. No más de "buenos días" o "gracias". Insisten en que la nuera debe de hacer todo lo posible por adaptase.
Aun así, Myna se esforzaba por adaptarse a la familia y el pueblo de Alex. Era la primera en ir a los campos por la mañana, trabajaba sin descanso hasta que el sol se ponía y cosía hasta tarde. Intentaba hablar con la gente en el dialecto local que Alex le había enseñado, utilizando gestos y el lenguaje corporal, y se excusaba con profusión, con pobres sonrisas, siempre que no lograba comprender lo que decían.
Kaim podía imaginar fácilmente a Myna haciendo todos estos esfuerzos, por lo que las noticias de Alex le resultaban más dolorosas.
-Deberías venir a visitarnos de vez en cuando, Kaim. A Myna le encantaría verte también. Kaim respondió vagamente asintiendo en silencio. Alex añadió: -Quiero que vengas y la alegres. Kaim no respondió nada.
-¿Qué pasa, Kaim? ¿Estás enfadado?
-No voy a ir a visitaros.
-¿Por qué no?
-Me prometiste que la harías feliz, ¿recuerdas? Acordamos que eras el único que podías hacerlo.
-Pero aún así...
-Lo siento, no tengo tiempo para esto. Tengo que cargar este barco antes del atardecer.
Con esta seca despedida, Kaim se giró y siguió trabajando. Alex le miraba fijamente desde detrás, frustrado y confuso. Kaim podía sentir la mirada de su amigo en la espada. Como podía sentirla, siguió trabajando sin volver la vista atrás.
Alex terminó por darse por vencido y se marchó.
Ninguno dijo palabras de despedida.
Un año después de la boda, Myna tuvo un niño.
El chico tenía la piel marrón como su madre.
Acababa de empezar a gatear cuando Alex visitó de nuevo a Kaim.
Se hablaba de divorcio, dijo Alex.
Nuestra relación no tiene nada de malo. Myna y yo nos queremos, eso es seguro. Pero mi madre y mis familiares dicen que no hay forma de que puedan aceptar a un niño de piel marrón como heredero de la familia. Supuestamente su existencia daña las perspectivas de matrimonio de mi hermano y hermanas menores. Así que quieren enviar al bebé con la familia de Myna. Han ido demasiado lejos...
Alex había perdido mucho peso. Obviamente vivía sufriendo cada día, atrapado entre "la familia" y Myna.
Nada de esto tenía sentido para Kaim.
Por más "atrapado" que Alex estuviera, siempre que se mantuviera firme en lo que era importante para él, solo podría haber una respuesta a las exigencias de la familia, y debería poder llegar a ella sin angustia ni confusión.
-Sé que eres fuerte -suspiró Alex, hablándole a la espalda de Kaim conforme este seguía levantando en silencio enormes y agotadoras cajas.
Aquí pagaban bien a los estibadores por manejar solos las cajas, cargas que normalmente se levantarían entre tres hombres. El sueldo diario se calculaba según el número de cajas que cada hombre levantaba, así que pedir ayuda suponía un recorte de la paga.
Por esta razón, Kaim y los otros nunca se quejaban ni pedían ayuda. Levantaban solos incluso las cargas más pesadas.
Alex también había sido así.
Si alguien de alrededor le preguntaba si necesitaba ayuda con algo, eso no hacía sino animarle más aún a hacerlo solo.
Declinaba la oferta amablemente y apretando los dientes levantaba una carga gigantesca.
Pero Alex ya no era así.
-Empiezo a pensar que, quizás, a largo plazo, atar a Myna a la vida del pueblo va a hacerla infeliz. Mis parientes dicen que mantendrán a Myna y al bebé. Así que no es como si la abandonara o la echara. Es solo eso, por el bien de ambos, empezar una nueva vida...
Tras apilar unas cajas en la cubierta, Kaim se volvió hacia Alex por primera vez. Lo miraba en el muelle.
-¿Y eso te parece bien?
-¿Cómo?
-Si estás convencido de que es lo correcto, entonces adelante y hazlo. Yo no tengo nada que ver con eso.
Los rasgos de Alex se crisparon por el impacto de las palabras de Kaim.
Kaim volvió al trabajo sin añadir nada más.
Su furia y frustración estaban al rojo vivo.
Alex no tenía ni idea de que Myna había estado escribiendo a Kaim desde poco después de la boda.
No decía una palabra de las penurias a las que se enfrentaba en la familia de su marido.
En cambio, siempre le detallaba lo feliz que era con su vida actual y repetía lo mucho que Alex la quería.
Las cartas siempre terminaban así con un "estoy segura de que tú también debes de llevar una vida feliz, Kaim".
Por eso las noticias de Alex sobre la situación en casa le habían llenado de una intensa furia y frustración.
Nunca había respondido a las cartas de Myna.
Estaba seguro de que si le escribía, con palabras de ánimo o consuelo, o incluso siguiendo su juego de tristes mentiras, algo importante que a ella le daba apoyo espiritual se rompería en dos.
-Ven a ver al bebé, Kaim -le rogó Alex-. Myna estaría encantada si lo hicieras.
En lugar de responder a Alex, Kaim le gritó desde la cubierta:
-¿Ves esa caja de ahí? ¿Puedes levantarla?
La caja junto a Alex era del mismo tamaño y peso que la que Kaim acababa de cargar en el barco.
En los viejos tiempos, Alex no habría vacilado en subirla al barco, con cada músculo de su cuerpo sacudiéndole.
Sin embargo, Alex se limitó a lanzar una tímida mirada a Kaim y, sonriendo para ocultar su vergüenza, admitió no poder levantarla.
Kaim no dijo nada más.
Sentía con fuerza que su larga amistad había terminado, pero de hecho, para Kaim, cuya vida continuaría por toda la eternidad, tan solo había sido un conocido momentáneo.
Desde entonces Kaim ha seguido su viaje interminable.
De vez en cuando vuelve a pensar en los días pasados.
Tanto Alex como Myna hace mucho que pasaron a ser parte de los recuerdos lejanos, la clase de recuerdos que resurgen con una profunda sensación de amargura.
Y ahí están hasta hoy día.
Alex hizo su tercer viaje para ver a Kaim un año después de que el bebé naciera. Su demacrado cuerpo era una mera sombra de lo que era; miraba ausente a Kaim y su voz carecía de toda entonación al anunciar la muerte de Myna.
Se había suicidado.
-Se colgó en el granero...
Kaim estaba sorprendido de su propia indiferencia ante las palabras de Alex.
Las cartas de Myna habían dejado de llegar hacía varios meses, bien porque ya no tuviera que contar esas pequeñas y tristes mentiras sobre su integración en la familia y en el pueblo de Alex, bien porque ya no tuviera fuerzas para seguir inventándolas.
De hecho Kaim comprendía ahora que se trataba de lo segundo.
-Hasta el final, no pudo hacer que nadie la aceptara: mi madre, mi familia, el pueblo -dijo Alex llorando-. Estuvo completamente sola, hasta el final...
Sin decir palabra, Kaim golpeó a Alex en la cara.
Alex parecía saber y aceptar el hecho de que el puñetazo iba a llegar. No hizo nada para resistirse o defenderse. El puño le dio de lleno y lo tumbó en la carretera.
-¿Por qué? -Kaim exigía respuestas-. ¿Por qué has dicho que estaba completamente sola? Cuando Alex se puso de pie, le golpeó otra vez en la cara.
Alex comenzó a toser violenta e incontrolablemente, y cuando escupió sangre, un trozo de diente salió también de su boca.
Kaim sabía muy bien que Alex también había estado sufriendo, que había entablado una lucha desesperada por debatirse entre "la familia" y su "esposa". De lo contrario, el musculoso joven que solía ser nunca se habría consumido tan dramáticamente.
Sin embargo, a pesar de saber esto, no podía perdonarlo.
Él se lo había prometido. Le había dado su palabra. Que haría feliz a Myna. Que la protegería. Kaim nunca podría perdonar a Alex por no cumplir su juramento.
Alex se puso de pie, limpiándose la sangre con el dorso de la mano. -Sé que eres fuerte -le dijo a Kaim como la vez anterior, mas esta vez sus palabras adquirieron un tono mucho más triste-.
Pero deja que te diga algo, Kaim. Mi madre, mi familia y los demás... no están tan equivocados, en el fondo. Para vivir en paz y tranquilidad en el campo, tienes que seguir las reglas especiales del campo. Resulta que una de esas reglas era no aceptar a una "novia" como Myna. Nací y crecí en ese pueblo, conozco las reglas del pueblo, las conozco demasiado bien, por eso he estado sufriendo tanto todos estos meses. Supongo que soy un debilucho. A tus ojos, probablemente sea tan débil que querrías escupirme. Así que... ¡ríete de mí! ¡Pégame! ¡Despréciame si quieres! ¡Vamos, pégame otra vez!
Alex le enseñó la cara a Kaim para recibir más castigo, y este le lanzó otro puñetazo que aterrizó de pleno en su nariz, y puede que la rompiera.
Alex cayó de rodillas. La sangre que le chorreaba de la nariz era más negra que la sangre de la boca.
Alex miró a Kaim con una sonrisa de desdén hacia sí mismo.
-Myna debería haber estado contigo. Eso es lo que creo. Si se hubiera casado contigo y no con un debilucho como yo, aún estaría viva.
Con un grito ahogado sin palabras, Kaim embistió a Alex, agarrándolo del cuello y alzándolo sobre sus pies.
Otro puñetazo.
Y otro.
Kaim no pensaba dejar de golpear a Alex.
Aunque ahora, con la mano de Kaim asiendo su camisa, Alex miró de frente a su amigo por primera vez desde que vino al muelle.
-¿Por qué nunca respondiste a las cartas de Myna? Eso es todo lo que ella esperaba, una carta tuya. Así que lo sabía, Alex lo sabía todo.
-El campo es terrible. Cualquiera que lo desee puede averiguar quién escribió cartas y quién las recibió. Todos allí son como una familia; todos menos Myna, claro.
Si Alex hubiera querido, podría haber destruido las cartas de Myna fácilmente. Entonces ninguna desus pequeñas y tristes mentiras habrían llegado hasta Kaim.
Pero en cambio, Alex había leído las cartas, había vuelto a sellar los sobres, y se las había mandado a Kaim una tras otra. Había interiorizado las triste y pequeñas mentiras de Myna y empezó a desear que Kaim respondiera ante ella.
Kaim detuvo el puño en el aire y preguntó: -¿Cómo iba a responderle?
-¿Por qué no? -explicó Alex-. Sabías lo atrapada que se sentía. Tenías que saber cuánto ánimo le habría dado una palabra tuya.
-Pero tú eras su marido.
-Sí, es cierto, pero tú siempre fuiste el que estuviste en lo más hondo de su corazón. Yo lo sabía, y por eso, solo había una cosa que podía hacer.
¡No, no puede ser!
Atónito, Kaim bajó el puño conforme Alex se lo confesaba:-Yo le escribía.
Fingía ser tú, y le escribía una carta tras otra. "Sé fuerte", le decía, "mantén los ánimos", "iré a verte pronto". Tú eres demasiado fuerte, Kaim, así que no entiendes los sentimientos de la gente débil. Pero yo no tengo ese problema: soy débil. Entiendo cómo se sentía una debilucha como Myna.
Alex lloraba, con la sangre corriéndole de la nariz y la boca.
-Hay algo que no sé, Kaim. No sé si Myna creía de verdad que las cartas eran tuyas, o si sabía que lo hacía yo y fingía creerlo. Me lo pregunto. ¿Acaso la vida en el pueblo era tan dolorosa para ella que no podía seguir viviendo sin fingir que creía?
Kaim no trató de responder a la pregunta de Alex.
Lentamente dejó escapar la fuerza de su puño cerrado y soltó la camisa de Alex.
Alex se alejó un paso de él, después dio otro paso, poniendo distancia entre ellos antes de su revelación final.
-Hubo una carta, solo una, que no te envié. Fue hace tres meses.
Fue la primera carta en la que Myna te pedía ayuda. Decía que quería escapar y te pedía que fueras a salvarla. Tan pronto como fuera posible. A rescatarla a ella y al bebé.
Alex tiró esa carta.
Haciéndose pasar por Kaim, le escribió una respuesta de dos palabras: "sé fuerte".
El día después de leer la carta de Alex, Myna se colgó en el granero.
Kaim se quedó clavado en el sitio, alicaído.
Esto lo dejó indefenso por el momento.
Alex le lanzó un puñetazo al plexo solar, aunque su débil golpe apenas podía llamarse "puñetazo". El dolor infligido puede que fuera mayor para el puño de Alex que para los músculos en perfecta forma de Kaim.
-¡Qué idiota fui! ¡"Sé fuerte"! Tales palabras podrían haber significado algo para alguien como tú, pero cargar a una persona débil como Myna con ellas... No, solo podían hacerla añicos y hundirla.
Alex volvió a sonreír con pena y desprecio ofreciéndole la cara a Kaim.
-¡Pégame entonces! ¡No me importa en absoluto! ¡Pégame todo lo que quieras! ¡Dame una paliza! Pero deja que te pregunte algo, Kaim. Si te hubiera enviado esa última carta, ¿habrías respondido por fín? ¿Habrías podido aceptar a Myna en toda su debilidad?
Kaim no supo responder a esa pregunta. Tampoco volvió a levantar el puño cerrado contra Alex.
Así terminó la historia de Kaim y Alex.
Alex se dio media vuelta y se marchó, pero Kaim no podía llamarlo. Simplemente se quedó allí, carente de toda emoción, viendo cómo se iba.
Sin embargo, Alex se volvió hacia Kaim una vez más cuando hubo bastante distancia entre ellos para que Kaim apenas oyera su voz.
-Ten una cosa por segura, Kaim -gritó-. ¡Voy a criar a mi hijo!
¡Lo convertiré en un hombre de mi pueblo! Puede que haya sido débil como marido, pero lo haré mejor como padre. Lo haré feliz.
Kaim respondió con un silencioso asentimiento. Alex permitió que un indicio de sonrisa asomara en su cara terriblemente magullada. Después se giró una vez más y se alejó a grandes pasos.
Kaim nunca volvió a verlo.
De vez en cuando, Kaim se acuerda de Alex y Myna al continuar su interminable viaje. Cuando vuelve a pensar en cómo era él mismo en esos días, queriendo solo ser fuerte en todo, el recuerdo es amargo.
Si hubiera sido la persona que es hoy...
El Kaim de ahora no habría rechazado tales debilidades humanas. Ahora puede aceptar el hecho, a veces con una sonrisa dolida, a veces con verdadero dolor de corazón, de que todo el mundo es débil.
¡Ojalá pudiera comenzar de nuevo su viaje!
Myna no hubiera tenido que morir.
Pero eso es solo un sueño imposible.
Los conoció solo una vez, se han ido para siempre; los mortales, los humanos, los que no tienen vida eterna. Eso es lo que les hace apreciarlos aún más. Eso es lo que hace que su pecho arda por ellos.
Consciente de que ha fracasado en amar la debilidad humana durante sus batallas y andanzas, Kaim dirige sus pasos hacia el antiguo pueblo de Alex.
Alex lleva mucho tiempo muerto.
Pero los descendientes de Alex son fáciles de diferenciar. Tienen la piel marrón.
Jóvenes de piel marrón son los que se encargan de las fiestas del pueblo.
Viejas mujeres de piel marrón enseñan a las chicas a hacer adornos florales.
Niños de piel marrón y aquellos que no la tienen igual juegan juntos inocentemente, despreocupados.
Quizás esto pueda suponer un pequeño epílogo para la historia de Alex, Kaim y Myna.
Las tumbas de Alex y Myna yacen juntas encima de una colina baja barricada por el viento. Kaim recoge flores del campo y las ofrece en las tumbas de la desdichada pareja antes de volver a la carretera.
¿Qué es la fuerza humana, después de todo?
Kaim aún no conoce la respuesta a esa pregunta.
Y por eso hoy de nuevo su viaje debe continuar.
Fin
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